Ir al contenido principal

Qué hacer cuando tu hijo está nervioso antes del partido

niño nervioso y triste antes del partido de futbol

El otro día, una madre me contaba que su hijo se ponía muy nervioso antes de cada partido; que parecía ir a una guerra. Carita pálida, barriga cerrada, y el clásico “no quiero ir”. Y ella (como haríamos todos) se lanzaba al rescate:

“Venga, cariño, que te encanta jugar, no pasa nada, disfrútalo, confía en ti…”

A los cinco minutos ya estaban discutiendo en la puerta, él con lágrimas y ella con ese pensamiento que muchos padres conocen:
“¿Qué más tengo que hacer para que esté bien?”

La respuesta, a veces, es justo la contraria: no hacer más, sino hacer distinto.

Una historia que pasa cada día: dos hermanos, dos plantas distintas

En esta familia hay dos hermanos. Uno es un cactus: fuerte, reservado, necesita su espacio. El otro es una planta tropical: sociable, emocional, busca cercanía.

El error más común es regar igual a los dos. Intentar que el cactus florezca más rápido, que se emocione, que disfrute como su hermano. Y cuanto más lo riegas… más se cierra.

Y claro, como el cactus va tan bien, los padres intentan que el otro “se parezca”.
Lo riegan más, lo giran, lo animan, lo soplan… hasta que descubren que cuanto más lo intentan, peor está. Y tu hijo está aún más nervioso antes del partido, mientras ve a su hermano competir sin problemas (que aún lo frustra más).

Y no es porque el niño tenga un problema, sino porque no todos crecen igual.

Cuando los padres intentan arreglarlo todo y presionan sin querer

A muchos padres les pasa: confunden acompañar con convencer.
Quieren que su hijo disfrute, confíe, esté tranquilo… pero los nervios no se quitan con discursos.

Un padre conduce hacia el entrenamiento. Su hijo va callado, mirando por la ventana.
—“¿Qué te pasa? ¡Si te encanta el fútbol!”
—“No quiero ir.”

Empieza la batalla invisible:
—“Va, disfruta.”
—“No pienses tanto.”
—“Tienes que estar contento.”

Pero el niño no sólo sigue nervioso… ahora también se siente mal por no estar disfrutando como debería.

Y el padre, sin querer, se va frustrado pensando: “¿Qué hago mal si sólo quiero ayudarlo?”

A veces, lo que más ayuda no es una charla (sobretodo cuando llevas 6 o 7 charlas sin resultado), sino una presencia tranquila ante esa situación complicada. Lo más lógico es que un deportista sienta ciertos nervios antes de competir. Felicítalo por ello.
Un ejemplo simple: “ahí están tus nervios. Menos mal que están ahí, yo estaría igual ahora mismo”.

Eso, aunque parezca poco, es muchísimo.

Qué hacer si tu hijo está nervioso antes del partido

No hay recetas mágicas, porque cada niño y cada familia son un mundo. Pero según mi experiencia, detrás de la buena intención hay algo que pasa sin darnos cuenta: cuando intentas convencer a tu hijo de que se sienta bien, le estás mandando el mensaje de que sentirse mal está mal.

Y eso aumenta la presión. Porque además de tener miedo o nervios, ahora tiene que fingir que está tranquilo y cumplir tus expextativas. Pero sí hay algunas ideas que puedes empezar a probar para no empeorar y que pueden ayudarte a romper el bucle de “quiero que estés bien” y tener más repertorio:

1. Prohibido tranquilizarlo a la mínima

Si lo ves nervioso, no intentes convencerlo. Solo acompáñalo.

“Está bien, puedes estar nervioso. A veces pasa.”

2. El permiso para estar mal

“Hoy tienes permiso para estar nervioso, incluso sería raro que no lo estuvieras.”
Le quitas el peso de tener que sentirse bien todo el tiempo.

3. El nervioso oficial

“¡El equipo necesita alguien así! A otros les toca correr más; a ti, sentir más. Cada uno tiene su rol.”
El humor desactiva la tensión.

4. El silencio estratégico

Cuando empiece a alterarse, no entres en batalla. Podéis acordar una señal con tu pareja (por ejemplo, tocarte la oreja) que signifique: “ahora callamos y respiramos”.

5. Si no quiere socializar:
“Está bien. No hace falta que estés contento todo el rato.”

Estas frases no buscan manipular, sino quitar presión. A veces, cuando dejas de empujar, el niño se mueve solo. Cuando tu sientes que no tiene que estar bien a toda costa todo el tiempo, empieza a estar mejor. Sé que vas a pensar que estoy loco. Pero tu hijo o tu hija debe entender que: «hoy no hace falta que disfrutes. Sólo haz lo que tengas que hacer. Los días buenos llegan solos.”

Lo importante: cada hijo, su ritmo

Estas ideas no son recetas fijas. Dependerá del momento y del niño.
Hay días que necesitará humor, otros tu cercanía, otros tu silencio, y otros simplemente que lo mires y le digas:

“No pasa nada. Estoy contigo.”

Y al final, sabrás qué hacer. Porque tú eres quien mejor conoce a tu hijo.

Y no, no se trata de rendirse, sino de acompañar sin empujar. De aceptar que cada niño florece a su manera, a su ritmo. Porque los hijos no necesitan padres perfectos. Necesitan padres que confíen en ellos incluso cuando están mal.

En resumen: no todos los hijos florecen igual

Algunos necesitan sol, otros sombra, otros silencio. Si intentas que tu planta delicada crezca al ritmo del cactus, solo conseguirás marchitarla. Dale su espacio, confía en su proceso, y verás cómo, tarde o temprano, acaba creciendo a su manera.

En el PsicoDeportivo ayudamos a familias y deportistas a encontrar ese equilibrio entre exigencia y bienestar. Porque acompañar también se entrena.

Pincha aquí y rellena el formulario, nos pondremos en contacto contigo a la mayor brevedad posible.

Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.